Una esperanza radiante
Cuando el sol se sumergió bajo el horizonte, proyectando un resplandor dorado sobre el paisaje del sur de Asia, una sensación de expectación llenó el aire. El amanecer trajo consigo una multitud de creyentes reunidos en una modesta iglesia, buscando fuerza y consuelo en el sermón del pastor. Sus rostros expectantes reflejaban la esperanza que persistía en sus corazones, una esperanza anclada en la promesa de la redención y un amor que vence todo temor.
El ambiente bullía de emoción cuando los evangelistas, formados por ShareWord Global, empezaron a distribuir una revista vibrante. La palabra «Esperanza» adornaba su portada, atrayendo a casi 200 manos ansiosas de recibir el mensaje de Cristo.
Esta fue solo la primera parte del viaje de Amir* por la región junto a sus compañeros evangelistas, un viaje impulsado por el deseo de equipar a los creyentes, satisfaciendo una necesidad con la luz de las Escrituras.
Sin embargo, su viaje no estuvo exento de desafíos. El vehículo alquilado que los transportaba se averió en la carretera poco después de salir del servicio matutino, lo que arrojó una sombra de retraso sobre su misión. Amir y los demás llegaron finalmente cuatro horas tarde a su siguiente evento. Pero Dios estaba allí con ellos en la forma de un pastor local que amablemente les prestó un coche para su viaje a una ciudad a 200 kilómetros de distancia. A pesar del cansancio que amenazaba con agobiarlos, su determinación permaneció inquebrantable.
En cada ciudad que visitaron, compartieron el mensaje transformador de Cristo, proclamando con valentía que solo Él puede perdonar los pecados y ofrecer la salvación a todos los que creen. Sus esfuerzos fueron recibidos con los brazos abiertos y corazones ansiosos. La gente recibió los recursos de las Escrituras con alegría, reconociéndolos como un regalo precioso que se necesita desesperadamente en una región tan hostil al evangelio.
Y a pesar de la hostilidad, el mensaje de Cristo se extendió. Los pastores compartieron los recursos que Amir les había dado, continuando la misión y llevando la Buena Nueva a las ciudades y pueblos de los alrededores.
Uno de estos pastores llevó algunas revistas de las Escrituras a una zona remota y se las devolvió a la gente de su comunidad. La mayoría de ellos estaban en condiciones de servidumbre, trabajando en fábricas de ladrillos para sobrevivir. Trabajando para pagar una deuda que nunca podrían saldar realmente.
El pastor compartió con los trabajadores el mensaje de Jesús, que dio su vida por ellos. Fue una deuda que se pagó en su totalidad en su nombre. Mientras se repartían las revistas Hope, el pastor se aseguró de que supieran que, sin importar las circunstancias, sin importar el miedo o la desesperación, Dios estaba con ellos en cada paso del camino.
Ante la adversidad, Amir y los pastores con los que se encontró siguen compartiendo el mensaje vivificante de Cristo. A medida que avanzan, llevan consigo la promesa de esperanza, un faro de luz que brilla intensamente en las noches más oscuras.
*nombre cambiado por razones de seguridad

Cuando el sol se sumergió bajo el horizonte, proyectando un resplandor dorado sobre el paisaje del sur de Asia, una sensación de expectación llenó el aire. El amanecer trajo consigo una multitud de creyentes reunidos en una modesta iglesia, buscando fuerza y consuelo en el sermón del pastor. Sus rostros expectantes reflejaban la esperanza que persistía en sus corazones, una esperanza anclada en la promesa de la redención y un amor que vence todo temor.
El ambiente bullía de emoción cuando los evangelistas, formados por ShareWord Global, empezaron a distribuir una revista vibrante. La palabra «Esperanza» adornaba su portada, atrayendo a casi 200 manos ansiosas de recibir el mensaje de Cristo.
Esta fue solo la primera parte del viaje de Amir* por la región junto a sus compañeros evangelistas, un viaje impulsado por el deseo de equipar a los creyentes, satisfaciendo una necesidad con la luz de las Escrituras.
Sin embargo, su viaje no estuvo exento de desafíos. El vehículo alquilado que los transportaba se averió en la carretera poco después de salir del servicio matutino, lo que arrojó una sombra de retraso sobre su misión. Amir y los demás llegaron finalmente cuatro horas tarde a su siguiente evento. Pero Dios estaba allí con ellos en la forma de un pastor local que amablemente les prestó un coche para su viaje a una ciudad a 200 kilómetros de distancia. A pesar del cansancio que amenazaba con agobiarlos, su determinación permaneció inquebrantable.
En cada ciudad que visitaron, compartieron el mensaje transformador de Cristo, proclamando con valentía que solo Él puede perdonar los pecados y ofrecer la salvación a todos los que creen. Sus esfuerzos fueron recibidos con los brazos abiertos y corazones ansiosos. La gente recibió los recursos de las Escrituras con alegría, reconociéndolos como un regalo precioso que se necesita desesperadamente en una región tan hostil al evangelio.
Y a pesar de la hostilidad, el mensaje de Cristo se extendió. Los pastores compartieron los recursos que Amir les había dado, continuando la misión y llevando la Buena Nueva a las ciudades y pueblos de los alrededores.
Uno de estos pastores llevó algunas revistas de las Escrituras a una zona remota y se las devolvió a la gente de su comunidad. La mayoría de ellos estaban en condiciones de servidumbre, trabajando en fábricas de ladrillos para sobrevivir. Trabajando para pagar una deuda que nunca podrían saldar realmente.
El pastor compartió con los trabajadores el mensaje de Jesús, que dio su vida por ellos. Fue una deuda que se pagó en su totalidad en su nombre. Mientras se repartían las revistas Hope, el pastor se aseguró de que supieran que, sin importar las circunstancias, sin importar el miedo o la desesperación, Dios estaba con ellos en cada paso del camino.
Ante la adversidad, Amir y los pastores con los que se encontró siguen compartiendo el mensaje vivificante de Cristo. A medida que avanzan, llevan consigo la promesa de esperanza, un faro de luz que brilla intensamente en las noches más oscuras.
*nombre cambiado por razones de seguridad