Regalo del cielo
Durante toda su juventud, Max estuvo impresionado con la idea de que las buenas obras concedían la salvación.
Después de recibir un pequeño Nuevo Testamento en la escuela primaria, Max empezó a leer las Escrituras con regularidad. Pero no fue hasta después de graduarse de la secundaria que formó una verdadera relación con Jesús.

Max había sido reclutado en una liga profesional de hockey en Europa. Técnicamente no tenía hogar, a menudo le faltaba dinero y vivía un estilo de vida nómada. Pero durante este tiempo, Max empezó a reconocer la fidelidad del Salvador resucitado.
Una tarde en Holanda, Max se sentó en el parachoques de un viejo camión, abrió su Nuevo Testamento y empezó a leer.
Una mujer apareció al lado del vehículo, hablando en holandés.
"Lo siento, no entiendo", admitió Max.
" ¿Estás leyendo la Biblia?", aclaró la mujer. Su acento era firme y amable.
"Sí", respondió Max. "Es lo que me hace seguir adelante cada día".
La mujer se unió a Max en el borde del camión. "¡Qué bien! ¡Eres tan joven! ¿Por qué lo lees?"
"Porque es la única verdad que tengo. El enemigo me ataca todo el día. El diablo se mete en mi cabeza, diciéndome que soy un cobarde y que no pertenezco aquí jugando al hockey en Europa. Tengo que leer esto porque es lo único que me mantiene en el juego".
La mujer sonrió y habló de su relación personal con Jesús. Al notar su gran maleta, le extendió una cálida invitación para una comida caliente con ella y su esposo y una noche de descanso en su casa.
Max, confiado, miró a la mujer con lágrimas en los ojos: "Dios sabía que hoy necesitaba un amigo, ¡y me lo envió!".
Momentos como estos aseguraron a Max la soberana misericordia de Dios. Con cada capítulo que leía, el Señor continuaba revelando Su amor y corazón inagotables por Sus hijos.
A través de los lugares que ha visitado, las personas que ha conocido y los errores que ha cometido, Dios nunca se ha apartado de su lado. Max sueña con el día en que volverá a compartir una comida con sus amigos holandeses, ¡en el cielo con Cristo!